Inside Out Illustration 2-Santiago Martinez

El fin de semana pasado fui al cine con mi esposa a ver la película “Intensamente”, la cual explica de una manera muy divertida y creativa cómo los seres humanos somos controlados por nuestra mente y emociones.

El personaje principal se llama Riley, una niña de 11 años apasionada por el hockey. Su estilo de vida del medio-oeste americano drásticamente cambia cuando su padre consigue un nuevo trabajo en San Francisco.

Adaptarse a esta nueva ciudad se vuelve algo difícil, básicamente porque Riley se trae consigo todos sus recuerdos; felices y tristes, de su antiguo hogar. Por supuesto, las voces dentro de su cabeza vienen con ella también; su equipo de emociones: Alegría, Tristeza, Rabia, Miedo y Desagrado, las cuales se activan en ella día y noche sin descanso.

Así como Riley, todos crecemos creyendo que somos nuestra mente. Es por esto que es absolutamente normal obedecer a todo lo que nos dice. La mente, sin embargo, es sólo un depósito de experiencias, y nosotros somos los espectadores de estas memorias.

Déjame explicarte…

Cada experiencia vivida es percibida por nuestros sentidos como si hubiera sido producida en un estudio de grabación: cada olor, sabor, sensación, forma, color y emoción es almacenada exactamente como la experimentamos. Es por esto que cuando usas algún anti-solar, su aroma despierta en ti una sensación de vacaciones y playa, y si ese recuerdo es positivo para tu mente, te sentirás feliz.

La mente es como un teatro y nosotros somos el público. Cuando nos identificamos con la película que se está presentando, se vuelve tan real que empezamos a llorar cuando es triste y a sonreír cuando es alegre.

Cada película que grabamos con nuestros sentidos es cuidadosamente almacenada en nuestro inconsciente y cuando vivimos una experiencia similar, los mismos sentimientos y emociones, reacciones y comportamientos, se activan.

Esto genera que frecuentemente hablemos sin pensar, digamos cosas que no queríamos o hagamos algo de lo cual nos arrepentiremos. Esto sucede cuando nuestra capacidad de reflexionar está dormida.

Supongamos que después de un año de estar viviendo en San Francisco, el padre de Riley recibe un ascenso en su trabajo y esta vez deben mudarse a Nueva York. La noticia despierta en el inconsciente de la niña los recuerdos de la última vez que se mudaron y cómo fue de traumática la experiencia. Su memoria sólo le dice que probablemente lo mismo suceda con esta nueva ciudad.

Cuando la mente de Riley dice esto, en ese preciso momento ella tiene dos opciones: aceptar esta creencia o rechazarla.

Supongamos que ella aceptó esta creencia. Sus emociones Miedo, Rabia y Disgusto se activan inmediatamente, lo que la lleva a gritarle a sus padres “Si se mudan a una ciudad diferente, pueden olvidarse de mí, no voy a ir!” Su madre, quien no quisiera ver sufrir a su hija, decide no apoyar a su esposo, creando un ambiente tenso y triste entre los tres miembros de la familia.

Pero qué hubiera pasado si Riley conociera la meditación reflexiva que te voy a enseñar?

4 pasos para una meditación reflexiva:

  1. Toma conciencia de que no eres tu mente, pero escucha atentamente a lo que ésta tiene para decir.
  2. Explora tu pasado para encontrar dónde se originaron estos pensamientos y creencias.
  3. Reflexiona si la creencia es realmente cierta y compárala con la realidad.
  4. Ahora que tienes el control sobre la manera como reaccionas a tus emociones, piensa en cuál es la forma de conducta más lógica, brevemente analiza los pros y los contras.

Este tipo de meditación reflexiva es simple pero poderosa.

Esto es lo que habría sucedido si Riley hubiera practicado este ejercicio antes de dejarse llevar por sus emociones:

Riley habría escuchado su mente antes de actuar. Ésta le habría dicho algo así: “Todas las ciudades nuevas son terribles. Si nos mudamos de nuevo, definitivamente voy a ser miserable otra vez”.

Riley habría analizado su pasado: “Esta creencia viene de mi experiencia pasada mudándome de Minnesota a San Francisco, cuando sólo sentía rabia, miedo y disgusto todo el tiempo”.

Riley reflexionaría lo siguiente: “Ahora que lo pienso, San Francisco ha resultado ser una ciudad muy agradable; así que no todas las ciudades nuevas son malas. El hecho de que nos mudemos hacia Nueva York no significa que seré infeliz”.

Riley pensaría: “Si comienzo una discusión con mi padre y lo obligo a escoger entre su promoción en el trabajo y yo, probablemente él me escogería a mí y nos quedaríamos en San Francisco, pero él no estaría del todo feliz. Aunque si él escoge la otra opción, lo perdería y mi familia se partiría en pedazos. Definitivamente no quiero eso. De pronto debo abrirme a nuevas aventuras, incluso podría unirme a un nuevo equipo de hockey en Nueva York”.

Tu vida no tiene que ser una repetición de tu pasado.

La próxima vez que sientas que una reacción desagradable está a punto de activarse en ti, practica esta corta meditación reflexiva.

Así, pondrás tus emociones y decisiones en tus manos y no en un inevitable destino.

 

[Este artículo fue publicado originalmente en elephantjournal.com]

 

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